El edificio de 141 VPO de Casines (2005), nuestro proyecto de mayor envergadura hasta la fecha, ofrecía la oportunidad de elaborar una reflexión sobre las posibilidades de futuro de la vivienda de promoción pública, y dadas las condiciones del entorno urbano en el que se desarrollaba, sobre el problema de construir ciudad en las áreas de crecimiento.
Un tema de gran relevancia que se acometió fue el de la integración en la arquitectura de estrategias pasivas y activas de aprovechamiento de energías de fuente renovable, principalmente de origen solar, pues era fundamental que en el proyecto se contemplara un tratamiento adecuado desde el punto de vista medioambiental, condicionando este aspecto de manera decisiva la implantación de las edificaciones en la parcela.
Así, teniendo en cuenta que las características del solar permitían que en dos de los frentes se disfrute una orientación óptima desde el punto de vista del soleamiento, se elabora una propuesta en la que se combinan dos tipologías edificatorias diferenciadas: el bloque lineal de una sola crujía, dispuesto en los frentes suroeste y sudeste, y el bloque de doble crujía, dispuesto en la esquina opuesta, de forma que se consigue maximizar el número de viviendas con orientación sur, garantizándose unas condiciones de habitabilidad adecuadas.
El esquema desarrollado posibilita la aplicación efectiva en el bloque lineal de las técnicas pasivas de control ambiental al optimizarse el soleamiento, la iluminación y la ventilación natural, dado que en el modelo de vivienda tipo el salón y todos los dormitorios se disponen en la fachada exterior, mientras los locales húmedos y de servicio se organizan en una banda “técnica” en el interior, estableciéndose ventilaciones cruzadas.
El tratamiento del espacio interior de la manzana perseguía un claro objetivo: crear un marco adecuado para fomentar las relaciones sociales, dotándolo de características que lo hagan acogedor y atractivo. Aprovechando que en el conjunto se integra una importante zona destinada a local comercial, se ha consiguió jugar con los niveles del patio, generando diversas zonas de estancia escalonadas comunicadas por medio de rampas y escalinatas, y abiertas al exterior, al elevarse sobre soportales parte de la edificación.
De este modo, la cubierta del local se convierte en un auténtico mirador desde el que es posible disfrutar de espléndidas vistas sobre la Bahía de Cádiz, estando a la vez protegido de las inclemencias meteorológicas. Todo se complementa con un sutil ajardinamiento y el mobiliario urbano adecuado.
Dentro de los espacios libres se incluyen las galerías de acceso a las viviendas del bloque lineal, concebidas abiertas al exterior y que permiten registrar todo el conjunto.
Las galerías conectan entre sí los núcleos de comunicación vertical que se constituyen como torres autónomas, mientras en las conexiones entre bloques existen desplazamientos, que se traducen al exterior como fisuras verticales que rasgan las fachadas y que unidas a las horizontales que crean los soportales, desmaterializan el volumen inicial aparentemente de gran compacidad.
En la cubierta, además de resolverse de forma ordenada la instalación de energía solar, climatización y ventilación, se crean espacios que ofrecen la posibilidad de localización de tendederos, sin que en ningún momento se contamine visualmente los espacios exteriores de uso común.
En definitiva, se propuso un edificio que constituye un hito urbano en la ciudad de Puerto Real, por su implantación, por la imagen que ofrece, por el singular tratamiento del espacio interior, y por la experimentación sobre el tema del control medioambiental.
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